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                Por Alfonso Arizcun

lunes, 10 de agosto de 2009

Juglares y trovadores - Poesía cortesana y poesía popular - Sus influencias



Breve estudio

Por Alfonso Arizcun
(Se permite la reproducción total o parcial de este estudio, siempre que se cite la fuente y el autor del mismo)


Tradicionalmente se ha tendido a separar entre la poesía tradicional (la de los juglares) y la poesía cortesana (la de los trovadores). La de los trovadores estaría considerada como una poesía culta que era recitada en las cortes, frente a la de los juglares, que tendría un carácter más vulgar y era recitada para el divertimento del pueblo llano. Sin embargo, esta separación no es tan estricta como se ha mantenido tradicionalmente. Es cierto que existen diferencias entre la poesía de los trovadores y la de los juglares, pero entre ellos ha existido siempre una estrecha relación.

Quizá, la tradicional separación estribe en que se ha considerado al juglar siempre como a un mendigo, como a un hombre pobre en todos los casos. Se ha considerado la mendicidad como esencia de la juglaría; y eso no es exacto.

Menéndez Pelayo (Antología, XI, págs. 33-34) dice que "la juglaría era el modo de mendicidad más alegre y socorrida, y en ella se refugiaban lo mismo infelices lisiados que truhanes y chocarreros, estudiantes noctámbulos, clérigos vagabundos y tabernarios, [...] y en general todos los desheredados de la naturaleza y la fortuna que poseían una aptitud artística". Vemos en esta definición la concepción de la juglaría como medio de subsistencia de mendigos.

Sin embargo, frente a esta concepción, cabe otra distinta. Así, Fray Liciniano Sáez, después de citar definiciones dadas por la Academia y por el padre Berganza, concluye: "Lo que yo tengo por cierto es que la voz juglar no sólo corresponde a truhán bufón, cantor de coplas por las calles y comediantes, sino que también comprende a los poetas, a los que cantaban en las iglesias y palacios de los reyes y de otros grandes señores, a los compositores de danzas, juegos y toda clase de diversiones y alegrías, a los organistas, tamborileros, trompeteros y demás tañedores de instrumentos; en una palabra, a todos los que causaban alegría".

Vemos que, con esta última definición, ya se hace mención del juglar como a una persona que recita en iglesias y cortes. Ya no es sólo un poeta para el pueblo llano. Y es que existen muchos y variados testimonios de esta función de los juglares en las cortes y con señores cortesanos:

  • En las Cantigas de Santa María podemos leer: "d'un jograr que ben cantava - e apost' e sen vergoña, - e andando pelas cortes - fazendo ben sa besoña;"

  • En el Libro de Alexandre se dice: "Un yoglar de grant guisa, sabía bien sus mester, - ombre bien razonado que sabía bien leer, - si viola taniendo, vino al rey veer"

  • También son abundantes los testimonios de pagos en las cortes a juglares por sus servicios. Por ejemplo, unos recibos que se encuentran en la Cámara de Comptos (Navarra, España), referentes a unos pagos en Olite (Navarra): "Loppe de Valencia, Rodrigo de Sivillia et a Martín Mar, juglares de nuestro [...] sobrino el Infante de Castilla don Fernando [...] VI escudos".

Quizá ha contribuido a la tradicional concepción de juglar referido exclusivamente a los cantores populares el hecho de la evolución que los vocablos juglar y juglaría han experimentado a lo largo de la historia. La palabra juglaría significó en un primer momento el oficio o mester propio del juglar, la diversión o espectáculo que proporciona el juglar. Así, leemos en el Calila: "Los filósofos [...] siempre puñaron [...] de buscar el saber [...] e amabando más que todas las otras cosas de que los homes se trabajan, et placíales más de aquello que de ninguna juglaría nin de otro placer". Pero más tarde tomará un significado más bajo de burla o chanza. Así, en el Libro de Buen Amor se lee: "Por vos dar solaz a todos fablévos en juglaría".

En la Simplificatio de Giraldo Riquier a Alfonso X, en 1274, ya se observa el cambio de concepción que se había experimentado respecto a la palabra juglar, y se queja Riquier de haber englobado allí a todo tipo de personas, cambiando su significado originario por otro más amplio en el que tienen cabida todas las personas, de variados tipos, que divierten a un público. En esa Simplificatio al rey de castela per le nom dels juglars Riquier lamenta que se llame juglar al que hace juegos con monos o con títeres, o al que con poco saber toca un instrumento cantando por plazas y calles ante gentes bajas y que corre enseguida a la taberna a gastar lo poco que gana, sin que ose nunca presentarse ante una corte noble. Sigue argumentando Riquier que la juglaría no es eso, pues fue inventada por hombres doctos y entendidos para poner a los buenos en camino de alegría y de honor. Luego sigue diciendo que ha descendido tanto la juglaría que le ruega al rey que ponga orden en los nombres.

En el año siguiente, 1275, está fechada la Declaratio que·l senher rei n’Anfos de Castela fe, per la suplicatio que Guirautz Riquier fe per lo nom de joglar, l’an MCCLXXVV, versificada por el mismo Riquier, y se supone que inspirada en alguna conversación con Alfonso X. Comienza la respuesta del rey con una disposición etimológica sobre los nombres latinos, y luego dice que el nombre de juglar se da en la Provenza a muchas clases de personas, pero que en España no sucede eso, pues hay nombres diversos para cada clase: a los que tañen instrumentos se les llama juglares; a los que imitan les llaman remedadores; a los que van por plazas y calles, con su arte vil, ganando deshonrosamente el dinero, se les llama por desprecio cazurros. Sigue diciendo que todos estos nombres usados en España se confunden en Provenza bajo el mismo y único nombre de juglar. El rey declara que a todos aquellos que viven vilmente y no pueden ni deben presentarse en una corte dignamente, no se les debe llamar juglares. Y más adelante hace una distinción entre juglares y trovadores. Los trovadores añadirían a su destreza y arte, propia en muchos casos también de los juglares, una condición superior moral sirviendo de instrumentos ejemplarizantes en la corte.

Más bien, habría que considerar al juglar como a una persona al servicio del trovador. El juglar es más antiguo que el trovador. Desde el siglo XI surge una nueva denominación para designar al poeta más culto y no ejecutante: se le llamó trovador en el sur de Francia. El prestigio que esta nueva poesía culta alcanzó en Europa hizo que la voz "trovador" se introdujese pronto en otros idiomas; ofrecía además la ventaja de ser una palabra con significado más concreto que la vaga denominación de juglar, ya que aludía expresamente al acto de invención o creación artística - trobar : hallar.

El juglar, aunque muchas veces fuese poeta, se ganaba la vida con el canto de versos ajenos, y fue siempre un tipo menos noble que el trovador y supeditado a éste.

El trovador, aunque a veces cantase en público, no lo hacía por oficio y, aunque muchas veces fuese pobre, era el poeta de las clases más altas.

Históricamente, el trovador nace por imitación del juglar, pero socialmente por lo general era superior al juglar, y también intelectualmente. A veces las fronteras entre los dos tipos quedan un tanto difusas. Como argumenta Menéndez Pidal, "un juglar como el gascón Macabrú se elevaba por su mérito a la dignidad de los principales trovadores, y algún trovador, aún noble como Arnaldo Daniel o Guillén Ademar, no pudiendo mantener caballería, se hacían juglares para ganar que comer"

Comentaba anteriormente que existen unas claras influencias y dependencias del juglar y el trovador, y que el juglar también ejercitaba su arte en las cortes, no sólo en las calles. El juglar, en las cortes, era el que tocando un instrumento canta los versos del trovador; o el que con su música acompaña a éste en el canto. Así, los trovadores viajarán por las cortes llevando consigo a juglares para que les ayuden en su recitación. Existen bastantes testimonios al respecto. Por ejemplo, sobre Pedro Cardenal, en su biografía se dice: "et anava per cortz [...] ab si so joglar que cantava sos sirventés"

Otras veces, el juglar viajaba solo, por su cuenta o por encargo de un trovador. Incluso, en algunas ocasiones, el trovador permite que sus estrofas se alternen con las de un juglar, reconociendo así su calidad de poeta.

Por otro lado, los juglares eran muchas veces autores de las composiciones que cantaban; y fueron ellos los que primero poetizaron en lengua vulgar.

La palabra juglar tomó en una de sus acepciones la de "poeta en lengua romance", sentido que es usual entre los escritores castellanos de la primera mitad del siglo XVIII. Así, Berceo se llama en reiteradas ocasiones juglar de Santo Domingo de Silos, y un poeta docto como el autor del Libro de Alexandre se olvida a veces de su desprecio por los juglares y se le escapa llamarse a sí mismo juglar.

Por tanto, se podría concluir que no existe tan radical separación entre juglares y trovadores, y, por consiguiente, tampoco entre poesía cortesana y poesía popular. El juglar, además de ser un poeta popular, en el sentido de poeta del pueblo, también ejercitaba su arte en las cortes y en las más altas esferas. Por otro lado, al tomar en muchas ocasiones poemas de trovadores como base para su recitación, estos no los recitaba solamente en las cortes sino también al pueblo llano, con lo que ponía al pueblo en contacto con la poesía cortesana o culta.



BIBLIOGRAFÍA


MENÉNDEZ PIDAL, Ramón, Poesía juglaresca y juglares. Orígenes de las literaturas románicas, Madrid, (Austral), Espasa Calpe, 1991, novena ed.


BALAGUER, Víctor, Historia política y literaria de los trovadores


CUETO, Juan, Mitos, folklore y literatura, Zaragoza, Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza, Aragón y Rioja, 1987


MARROU, Henri-Irénée, I trovatori


ALVAR, Carlos, Textos trovadorescos sobre España y Portugal, Madrid, CUPSA, 1978. 330 p.


ALVAR, Carlos, La poesía trovadoresca en España y Portugal, Barcelona, Planeta, 1977


MILA Y FONTANALS, Manuel, De los trovadores en España, Barcelona, Verdaguer, 1889



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