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                Por Alfonso Arizcun

martes, 26 de mayo de 2009

El fulgor y la sangre, de Ignacio Aldecoa

















Por Alfonso Arizcun
(Se permite la reproducción total o parcial de este estudio, siempre que se cite la fuente y el autor del mismo)


Ignacio Aldecoa (1926-1969)

EL FULGOR Y LA SANGRE (1964)

AUTOR

Aldecoa nace en Vitoria en 1925 y muere en Madrid en 1969. Por tanto vivió la Guerra Civil española siendo aún niño.


LA NOVELA DENTRO DE LA PRODUCCIÓN DEL AUTOR
  • Situación:
Aldecoa comenzó su producción literaria en el campo de la poesía, para publicar posteriormente diversos libros de cuentos. En 1954 publica su primera novela: El fulgor y la sangre.

Había proyectado escribir tres trilogías que no completó. Una trilogía (La España inmóvil) dedicada al mundo de la Guardia Civil, los gitanos y los toreros. A ésta corresponde su primera novela: El fulgor y la sangre (1954); y también la segunda: Con el viento solano (1956), que es una continuación de la anterior.

La segunda trilogía estaba dedicada a las ocupaciones del mar. A ésta corresponde Gran sol (1957), en la que trata el mundo de los pescadores de altura.

La segunda trilogía pretendía dedicarla al mundo de la mina, pero ni siquiera la comenzó.

En 1967 publica su 4ª y última novela: Parte de una historia.

Aldecoa quería escribir una "épica de los pequeños oficios". Así, sus personajes serán sobre todo "los trabajadores de manos", los hombres menos favorecidos por sus circunstancias sociales.

En El fulgor y la sangre no encuentra todavía la técnica rigurosamente objetiva de sus obras posteriores, pero hay una clara tendencia en ese sentido.
  • Modo de escribir:
En toda la obra de Aldecoa se mantiene una misma forma de narrar. Al principio de cada capítulo y de cada secuencia se presenta el escenario en el que se va a desarrollar la acción. Esto se acentúa al principio de cada novela, donde el lenguaje está más cuidado.

Su prosa está muy cuidada y tiene un alto tono poético. Al mismo tiempo, abundan los detalles que demuestran su gran poder de observación.

Su forma de narrar es de gran belleza y de gran valor literario. Le preocupa tanto el tratamiento de temas, tipos y ambientes como la forma empleada para ese tratamiento.


LA NOVELA DENTRO DE LA ÉPOCA

Podríamos situar El fulgor y la sangre entre dos corrientes: el objetivismo y la novela social. Vemos en ella un realismo menos subjetivo, algo poético. Se advierte la presencia del narrador-autor detrás de la narración, con sus peculiaridades estilísticas. Otro de los aspectos que le restan objetividad en la interpretación que hace del pensamiento de los personajes en algunas ocasiones.

Existe un trasfondo social en esta novela, pero sin una intención deliberada. Hay preocupación social, pues pues el autor no es insensible a este aspecto social, pero se observa una falta de compromiso socializante: no se sirve de la situación social ideológicamente. Al decoa trata de ofrecer un testimonio de la situación española en la posguerra, pero es un testimonio sin tesis. Él mismo lo confiesa:

"No adopto una actitud sentimental o tendenciosa. Lo que me mueve sobre todo es el convencimiento de que hay una realidad española, cruda y tierna a la vez, que está casi inédita en nuestra novela" ("Ignacio Aldecoa, programa para hoy", en Destino, 3 de diciembre de 1975. Recogido en NAVALES, Ana Mª. Cuatro novelistas españoles pág. 118).

Sus personajes y sus temas están dentro de la novela social, pero su tratamiento es distinto: no se trata de hacer una denuncia de la injusticia sino de aportar una consideración humanitaria del problema. Por otro lado, frente al descuido formal de muchas novelas sociales, Aldecoa demuestra una gran cuidado de la forma y el lenguaje.

Por último, se observa una influencia del neorrealismo: no suceden cosas importantes en esta novela, simplemente se refiere la vida, vulgar y anodina, de un grupo de peronas.



LA NOVELA


LOS TEMAS

Pese a lo que en principio podría parecer, el tema de la novela no es el de la Guardia Civil. Es cierto que existen alusiones a su sentido del deber, a su espíritu de sacrificio y a su sentido de la obediencia.

Tampoco se trata de una novela de suspense, cuya narración vaya encaminada hacia el conocimiento de cual de los guardias civiles ha resultado herido o muerto. Este aspecto es el menos interesante de ella, e irá perdiendo interés en favor de la contemplación de unas vidas -las de los personajes femeninos sobre todo- evocadas en rápidos saltos atrás, que reconstruyen las ilusiones y proyectos de esas mujeres, finalmente encerradas en la Casa Cuartel, con sus esperanzas truncadas.

El verdadero tema de la novela, y al que están supeditados los anteriores, es el del desvalimiento, el aislamiento, la soledad y la espera por salir del aislamiento y la monotonía. Se parte de una situación como eje principal de la novela: el presente invariable, en espera de algo que suponga un cambio que saque a los personajes de esa soledad y ese aislamiento, simbolizado por la vida en el castillo. Desde el principio, el narrador nos lo dice:

"...la vida eran pequeños movimientos y largas charlas. No sólo las mujeres, sino también los muchachos y los guardias acusaban el aburrido transcurso de los días." (pag. 8)

Así pues, vemos que la espera por saber quién es la víctima del asesinato deja paso la espera por salir de ese ambiente cerrado.


LA ESTRUCTURA

Formalmente está estructurada en siete capítulos, cada uno con un título, que van señalando el paso del tiempo. Cada capítulo está dividido en dos tipos de secuencias. Hay unas secuencias separadas por asteriscos que marcan la división entre el tiempo vivido y el tiempo evocado. El otro tipo de secuencias se separan por medio de espacios en blanco, y las encontramos tanto dentro del tiempo vivido como del evocado. Dentro del tiempo vivido separan espacialmente, mientras que dentro del evocado la separación es tanto espacial como temporal.

Argumentalmente, y tomando la novela en su totalidad, hay una división en tres partes. El primer capítulo constituiría un prólogo, en el que se nos describe el espacio y se nos da noticia del suceso acaecido. Los cinco capítulos centrales cumplirían las función de nudo. El último capítulo sería el desenlace, en el que se conoce la identidad de la víctima.

Sin embargo, el verdadero estructurador de la novela es el tiempo.


EL TIEMPO

Como acabamos de decir, el elemento tiempo es el verdadero estructurador de la novela. Su estructuración se produce en tres niveles, que a su vez forman un todo integrado:
  1. El tiempo vital de los personajes.
  2. La alternancia de tiempo vivido / tiempo evocado.
  3. El tiempo lineal de la novela.

  • El tiempo vital de los personajes
Se puede descubrir a lo largo de toda la novela que el elemento tiempo está fuertemente interiorizado en los personajes. Tienen conciencia de un tiempo que siempre es el mismo, monótono y lento:

"La guardia transcurría como siempre, y como siempre rellenaba aquel ocio vigilante de imaginaciones" (pág. 6).

El único recurso que les queda para salir de la monotonía es la imaginación o el recuerdo. La imaginación, soñando con la salida del castillo por medio de un traslado que nunca llega:

"En la puerta está el hombre. Fisil y pensamiento. (Será necesario cambiar para el hijo. No hay posibilidad para su porvenir. Será necesario cambiar para que el hijo no quede desamparado por este tiempo de Castilla.)" (pág. 10)

A través del recuerdo: hablando o pensando sobre la vida pasada.

  • La alternacia entre tiempo vivido / tiempo evocado
Se observa una gran rigidez en la construcción del relato. Hay una continua alternancia entre al tiempo vivido y el tiempo evocado.

En los cinco capítulos centrales, el tiempo vivido es continuamente quebrado por el evocado, correspondiente a las prehistorias de las cinco mujeres que habitan el castillo. Así, la estructura lineal del tiempo vivido se ve sometido a continuas rupturas anacrónicas. Estas rupturas, además de cumplir una función estructuradora en la novela, cumplen una función rítmica ue luego trataré.

En cuanto a la situación temporal del relato -su ubicación en el tiempo-, mientras que en el tiempo vivido no hay referencia temporal concreta -sólo se sabe que es verano-, en el evocado las referencias temporales de las prehistorias delas mujeres están claramente fijadas; se especifica el año e incluso, en algunas, el mes y el día.

Bien es cierto que la situación en el tiempo correspondiente al tiempo vivido se puede deducir a través de los pensamientos de los personajes:

"¿Cómo vine aquí? Historia de diez años atrás. Después de la guerra, una posibilidad y una alegría de empezar lo no comenzado." (pág. 10)

Sin embargo, aquí la situación temporal no importa, basta con saber que nos encontramos en la posguerra. Ese día podría ser un día cualquiera.

Decía que las prehistorias tienen claramente fijadas la situación temporal. Esta fijación sí interesa, pues corresponden a fechas de acontecimientos históricos en la España de preguerra: la proclamación de la República, el estallido de la Guerra Civil. Son momentos históricos que los personajes han vivido y que interesa tener en cuenta a la hora de juzgar sus vidas y su situación actual.

Por último, hay que constatar que existe otro tipo de tiempo evocado distinto a éste sobre el que estamos hablando. Este tiempo evocado sobre el que he hablado corresponde a las secuencias separadas por asteriscos en cada capítulo, y no es directamente recordado por los protagonistas. El otro tipo de tiempo evocado sí que es referido directamente por ellos, ya sea en las conversaciones que mantienen o través de sus pensamientos. Así es como se nos descubre precisamente la vida del cabo. Éste, al no estar casado y no poder referirnos su prehistoria a la vez que la de su mujer, nos cuenta él mismo su vida en la conversación que mantiene con el número de la Guardia Civil en el último capítulo. Aldecoa utiliza este recurso para evitar el posible subjetivismo que supondría una descripción a través del narrador.

Por otro lado, esta circunstancia da lugar a que se evoque un pasado dentro de otro pasado, pues el cabo en ese momento ya está muerto.

  • El tiempo lineal de la novela
Considerada la novela en su totalidad, existe una linealidad temporal. Esta linealidad está marcada en primer lugar por el título de los capítulos, que son los que estructuran formalmente la novela. Vemos que se desarrolla desde el mediodía hasta el crepúsculo; unas siete horas más o menos. En segundo lugar, se nos transmite el paso del tiempo a través de una serie de elementos: el movimiento del sol, los relevos de la guardia y las campanadas del reloj de la Iglesia.

Decíamos que el tiempo narrado es de unas siete horas. Esta es otra de las circunstancias importantes para considerar al tiempo como estructurador de la novela. Existe una coincidencia entre el tiempo narrado y el tiempo de la narración: unas siete horas sería el tiempo empleado para la lectura de la novela, o para su narración si se prefiere.

El último aspecto al que me voy a referir en este apartado es a la posible simultaneidad de acciones -imitando la técnica cinematográfica- que puede darse en la narración referente a lo que sucede en el castillo. Digo posible, pues no tenemos elementos de juicio suficientes para asegurarlo. En algunas ocasiones, al cambiar de escena formal (separadas con espacios en blanco), se nos presentan escenarios distintos, con distintos personajes, que puede dar lugar a creer que son acciones simultaneas.

Ritmo narrativo:

El ritmo narrativo es otro de los elementos de los que Aldecoa se sirve para reflejar la monotonía y la lentitud de la espera.

El ritmo del tiempo vivido es lento, mientras que el del tiempo evocado es muy rápido, pues es el relato de una cantidad de años -desde la infancia delas mujeres hasta sus bodas- muy condensados.

El relato de lo vivido es suspendido por el relato evocado y así prolonga su duración; hace que el tiempo vivido tenga un ritmo todavía más lento.

Por otro lado, la circunstancia de que la historia se desarrolle en verano da una cierta sensación de pesadez y lentitud, con sus días tórridos y largos.

Podemos concluir que se percibe en la novela, tomada en su totalidad, un ritmo lento.


EL ESPACIO

La narración se desarrolla en algún pueblo de Castilla que no se especifica. Más concretamente en un castillo convertido en Casa Cuartel de la Guardia Civil, situado en lo alto de una colina y próximo al pueblo.

A través de las evocaciones se nos presentan otros escenarios espaciales, tanto rurales como urbanos. Cabría destacar entre ellos a Madrid.

Se nos describen espacios cerrados (las habitaciones del castillo, el patio, el mismo castillo) y abiertos (el paisaje, el pueblo, las ciudades y pueblos). Los personajes están entrañados en el paisaje y en la naturaleza castellana:

"En el campo, el tiempo alargado en miles de pequeños cantos, arrebatos y luchas de animalillos. El hombre de guardia sabía todo esto porque llevaba años de servicio en Castilla y sus sentidos, acostumbrados, la diferenciaban todo lo que hubiera de lucha, de existencia animal y vegetal a su alrededor" (pág. 7)

En los niños también se puede observar este entrañamiento, con sus juegos en y con (el sapo, por ejemplo) elementos de la naturaleza.

Cabría destacar el valor simbólico de dos espacios: el castillo y Madrid. El primero simboliza la monotonía, la falta de futuro y la soledad. Madrid simboliza la salida, el espacio soñado y deseado. Madrid es la ciudad donde nació y vivió Carmen, pero desde el castillo ya no se la ve como una ciudad cocreta, geográficamente situada; Madrid, para los personajes, ha dejado de ser una ciudad, por así decirlo, para pasar a ser un referente liberador. En un diálogo que mantienen Ernesta y María, dicen:

"_ _Es que vivir en Madrid -comentó Ernesta- debe ser algo bueno, [...].
La conversación de las dos mujeres se perdía por los proyectos de una visita, deseada en aquellos momentos furiosamente, a Madrid." (pág. 113-114)


LOS PERSONAJES

Asistimos, en este punto, a otro de los rasgos caracterizadores de la novela social: el protagonista colectivo.

El protagonista de la novela es el grupo de personajes que viven en el castillo, sin que ninguno de ellos sobresalga por encima de otro. Todos los personajes del castillo son vulgares y anodinos, sin perspectivas de futuro claras, aunque sí deseadas, que se ahogan en su propia vulgaridad, mientras el tiempo pasa, lento, por sus vidas.

Esta forma de presentarnos a los personajes no significa que el autor no sienta ternura por ellos, ni que no le importen sus vidas, muy al contrario. Aldecoa, como ya he dicho al principio, siente gran ternura por sus personajes, víctimas quizá del pasado y de la condición social en la que les ha tocado nacer. Lo que quiere Aldecoa es constatar que esa realidad y esa situación existen.

Los personajes de la novela carecen de vida interior y, quizá, es ahí donde radica su vulgaridad. Se dejan llevar por los acontecimientos, y si alguna vez hay un atisbo de reflexión en ellos es siempre pensando en su aislamiento y falta de perspectivas. Son personajes que se "dejan llevar", resignados, ahogados por la rutina. Un buen ejemplo de la falta de vida interior lo constituye el personaje del cura: sus comentarios y acciones tras conocerse el suceso son anodinos y carentes de trascendencia; son comentarios vacíos, llenos de tópicos y convencionalismos:

"El alcalde pensaba en otra cosa, en la cercana muerte que les habían anunciado y que iban a comprobar al castillo. El cura terminó:

_ _ [...] frente a la desgracia no queda más que resignación. Los malos siempre tienen su castigo. Las llamas del infierno aguardan a aquellos que..." (pág. 28)

Y más adelante:

"_ _ Ha sido una desgracia, pero el criminal las pagará. Adiós, no dejen de avisar." (pág. 34)

Dentro de los del grupo del castillo hay que señalar a los niños. Aldecoa realiza un tratamiento poético de los niños, mostrándolos como a niños normales, con sus juegos y travesuras.

Todos los demás personajes no tienen sino una función de presentación de las mujeres y su ambiente -en el caso de las prehistorias de las mujeres-, o de narración del suceso de la muerte del cabo -como es el caso de los personajes del pueblo-.

Cabría señalar por último el personaje de los gitanos, que en esta novela es marginal. Simplemente habría que decir que nos los presenta como avezados en el mundo de los negocios y astutos:

"El señor teme beber con el gitano porque teme el engaño. Los engaños empiezan con las copas. No es recomendable beber hasta que el trato está ya hecho en firme...

...el gitano sonríe:

_ _ no, no tengo costumbre de beber -afirma cínicamente-, pero en los tratos va bien una copita para ir hablando, ¿no le parece?" (pág. 256)

Además, obviamente, nos los presenta como pendencieros e impulsivos en sus reacciones.


EL LENGUAJE

Lo primero que hay que tener en cuenta al referirnos a a su lenguaje es que Aldecoa comenzó su producción literaria, como ya se ha dicho, como poeta. Esta circunstacia se verá claramente reflejada en su obra novelística.

Respecto a su estilo, Aldecoa nos dice:

"Para mi el estilo es un anhelo o deseo de precisión verbal; cuando no logro esa precisión por medio del vocabulario, me atengo a lo poemático por medio de la metáfora, etcétera." (Declaraciones a El Alcázar. Madrid, 3 de Mayo de 1967).

Utiliza un lenguaje cuidado, con gran diminio de los recursos estilísticos.

Emplea muchos epítetos en sus descripciones, así como comparaciones y metáforas:

"La yerba aplastada, o la madeja de lana usada y rizada, recuperada de una prenda, descoloridas ambas como una madrugada de estación de ferrocarril." (pág. 5)

"La avispilla en el arco de la rama de un matojo, a cinco pasos de él, que en el transparente mediodía de julio era como un pez o tenía movimientos de pez, escalonados, figitivos, inseguros." (pág. 5)

También se observa una descripción minuciosa y poética de lo insignificante:

"De vez en cuando escupía, El escupitajo en el polvo acusaba un movimiento de oruga" (pág. 5)

Son frecuentes las repeticiones, que otorgan a veces a sus párafos un carácter de prosa poética:

"El pensamiento no ha varado, con el cuerpo, en la puerta. El pensamiento ahonda en la perspectiva, se fuga por el agujero que el hombre le ofrece, de duda y de quietud. La locura está adormecida de paredes adentro. La locura que un día surgirá tras la crisis de alguien, como una tormenta seca del bochorno. La locura es lo que teme el hombre[...]" (p´g. 10)

Cabe destacr el simbolismo que adquieren dos elementos: el teléfono y el fusil.

El teléfono es el único elemento que les comunica con el exterior. Aldecoa se sirve de él para remarcar la monotonía y el aislamiento del grupo, pues "no eran frecuentes las llamadas al castillo". (pág. 11)

También, cuando se nos describe el puesto de guardia, dice:

"El teléfono, como un objeto mortuorio, sobre una repisa" (pág. 9)

Es mortuorio en dos sentidos: porque casi no se utiliza y porque cuando se utiliza es para algo excepcional con connotaciones negativas.

El fusil es algo consubstancial a la figura de los guardias. Es concebido como un miembro más de su cuerpo:

"Instintivamente apretaba con fuerza el fusil" (pág. 5)

"Las doce, con las dos agujas, el fusil y el hombre, unidas, sin sombra" (pág. 6)

"En el castillo, donde el fusil y el hombre hacían adusta, enemiga, la puerta de entrada..." (pág. 8)

"El fusil es el compañero íntimo y hostil. Las manos forman parte del fusil con el tiempo." (pág. 9)

"En la puerta está el hombre, fusil y pensamiento." (pág. 10)

  • Técnicas narrativas:
Formalmente, los diálogos están escritos en estilo directo. También hay narración en estilo indirecto, introducido por medio de un verbo declarativo (pensar, recordar...). Finalmente, existen breves monólogos interiores de los personajes, escritos en estilo indirecto libre.


EL PUNTO DE VISTA EN LA NOVELA

La narración se hace en 3ª persona, con un narrador heterodiegético situado fuera de la historia. Lo mismo ocurre en la narración de las prehistorias correspondientes al tiempo evocado, donde el narrador es ajeno a la historia y no sabe más que lo que saben los personajes.

El narrador es equisciente, renunciando a la omnisciencia y tratando de ver lo que sucede con la mirada de los propios personajes. De esta forma logra la objetividad, aunque con las limitaciones ya mencionadas.



BIBLIOGRAFÍA


ALDECOA, Ignacio. El fulgor y la sangre. Planeta, Colección Popular, Barcelona, 1982, 3ª edición.


SANZ VILLANUEVA, Santos. Historia de la novela social española (1942-1975). Alhambra, Madrid, 1980, 2 V.


NORA, Eugenio G. La novela española contemporanea. Gredos, Madrid, 1958-1970, 3 V.


ALBORG, Juan Luis. Hora actual de la novela española. Taurus, Barcelona, 1968, 2 V.


MARTÍNEZ CACHERO, José M. La novela española entre 1936 y 1980: historia de una aventura. Castalia, Madrid, 1986. 639 p.


GARCÍA VIÑÓ, Manuel. Ignacio Aldecoa. Epesa, Madrid, 1972, 203 p.


LASAGABASTER MADINABEITIA, Jesús Mª. La novela de Ignacio Aldecoa: de la mímesis al símbolo. SGEL, Madrid, 1978, 452 p.


SENABRE, Ricardo. (La obra narrativa de Ignacio Aldecoa), PSA, LVI, 1970. (Pags. 6-24)


FIDDIAN, Robin. Ignacio Aldecoa. Twayne, Boston, 1979. 180 p.


CARLISTE, Charles R. Ecos de viento, silencios del mar: la novelística de Ignacio Aldecoa. Playor, Madrid, 1976. 150 p.


NAVALES, Ana Mª. Cuatro novelistas españoles. (Ignacio Aldecoa) Fundamentos, Madrid, 1974. 318 p.

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